La iglesia ha ido, poco a poco, volviendo a la presencialidad. Hemanos de todo Chile han vuelto a reunirse en los templos para compartir, adorar y nutrirse de la palabra de la Palabra de Dios juntos. Aunque se esperaba que el regreso fuera masivo y se llenaran los templos, la realidad es que ha sido un regreso lento, ya sea por el aforo limitado, por razones de salud, o bien porque el culto dominical, u otras reuniones son transmitidas de manera online y pueden verse desde la comodidad del hogar.
Frente a esta realidad que vive la iglesia hoy, es importante reflexionar sobre la importancia que tiene esa comunidad local de la cual Dios nos permite ser parte, no solo para crecer espiritualmente, ser alentado y nutrido individualmente, sino donde además podemos servir a otros en la colectividad, a través de los dones que Dios nos ha dado, todo con el fin de edificar el cuerpo de Cristo.
En este sentido, cobra vital relevancia la comunión que se produce donde “dos o tres están congregados en el nombre de Jesús”. La comunión es una de las características primordiales de la iglesia primitiva, así relata el libro de Hechos en diferentes pasajes: “Día tras día continuaban unánimes en el templo y partiendo el pan en los hogares, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios y hallando favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día al número de ellos los que iban siendo salvo”. Hechos 2.46
Aunque los tiempos han ido cambiando, y la tecnología nos facilita los quehaceres en diferentes áreas, el principio de la comunión y unanimidad que nos plantean las Escrituras sigue siendo una disciplina y/o medio de gracia que debemos velar porque se mantenga. Lo digital no reemplazará nunca el consejo sabio, el abrazo sincero o la corrección en amor, que encontramos en el cuerpo de Cristo, que se compone de personas de carne y hueso. Sobre este, y otros temas trata la edición de este mes: la importancia de tu iglesia local.