Nueva Edición Salud y Vida

“Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”. Sin duda esta ha sido una de las promesas más significativas para este tiempo. El mes de marzo del año que recién comienza, nos enteramos con mucho pesar, de la invasión rusa al país de Ucrania, noticias para nada alentadoras, considerando las graves consecuencias que una guerra trae consigo, en un contexto además de pandemia mundial, del cual recién nos estamos recuperando. Se suma a esto, los diversos cambios políticos y sociales que se están llevando a cabo en nuestro país y en diferentes lugares del mundo.

Frente a todos estos hechos, nos sobrecoge e intimida la idea de que el mundo pareciera estar fuera de control, que el caos impera, y que poco podemos hacer para intervenir de alguna manera. Lo cierto es que el mundo siempre ha sido un escenario complejo de conflictos y sufrimiento, porque el pecado ha dañado al ser humano de tal manera, que todas las áreas de la vida se han visto seriamente afectadas. Las pandemias, las guerras, la hambruna, los desastres naturales, se relacionan directa o indirectamente con la misma causa: el pecado arraigado en el corazón de la humanidad. El punto es que hoy, somos más conscientes del caos en el mundo, porque manejamos mucha más información que hace treinta o cincuenta años atrás.

La encarnación de Cristo, es el acontecimiento más importante de la historia de la humanidad. Jesús, el Verbo hecho carne, muere en aquella cruz y resucita al tercer día. Ese es y será el hecho concluyente de Dios para lidiar con la esclavitud al pecado que priva al ser humano de la paz, salud y vida que solo vienen de una relación plena con Él, quien es la fuente de todo bien. Un Dios de carne y hueso, que se identifica con sus criaturas, sufre sus dolores y percibe en carne propia el poder que puede ejercer este mal sin ceder a él, es el único capaz de vencer el pecado en la cruz, y anular la muerte eterna que pesaba sobre todos los hombres.

Nuestra declaración de fe señala que, como Iglesia “creemos que Jesús es el Cristo, el Mesías esperado, verdadero Dios y verdadero hombre. Que fue concebido por el Espíritu Santo, nacido de María virgen, que vivió, murió, resucitó, ascendió a los cielos, reina y regresará al final de los tiempos”. Esa convicción es la que ha traído esperanza en el pasado, y nos da esperanza hoy en pleno siglo XXI. El Dios encarnado, lento para la ira y grande en misericordia, está con nosotros y nos dice que en medio de la aflicción y la desesperanza, solo confiemos, pues él está en control de todas las cosas. Ese es nuestro mensaje hoy, y seguirá siendo mientras la Iglesia de Cristo cumpla su tiempo acá en la tierra.

En esta edición de la revista abordamos el segundo artículo de nuestra declaración de fe. Les invitamos a leer los artículos de esta edición, si desea aportar con más ideas sobre este interesante tema, escríbanos a [email protected]

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