Ad portas del centenario de la Alianza Cristiana y Misionera de Puerto Montt

La celebración de un aniversario implica la idea de un “inicio” sin necesariamente hacer memoria de la trayectoria que lo propició. En este sentido, el establecimiento de la Alianza Cristiana y Misionera en Puerto Montt tuvo una trayectoria de al menos 22 años de trabajo misionero, impregnado de sentidos de resistencia y tensiones al igual que muchas otras iniciativas protestantes de la época.

Resistencia en contra de la Misión de Dawson

El primer acercamiento de la Misión The Christian and Missionary Alliance a este territorio fue en 1900 cuando Albert Dawson, uno de los fundadores de CMA en Chile, realizó su primer viaje exploratorio junto al colono suizo Joseph Schmidlin, pasando por Puerto Montt hacia la Isla de Chiloé; aparentemente su trabajo en el puerto fue de colportaje y de predicación. 

Pensar en establecer una estación en Puerto Montt significaba entrar en un terreno peligroso, en donde la persecución era evidente desde hace décadas, particularmente en contra de las poblaciones luteranas establecidas en las cercanías del puerto, por tanto los presagios para la misión de Dawson tampoco eran muy alentadores. Un relato de 1904 informaba que:

“En Puerto Montt… aquí los jesuitas gobiernan y generalmente hacen las cosas a su manera. Estos son, ustedes saben, mucho peores que los sacerdotes ordinarios, ya que el diablo los ha dotado especialmente de astucia. Por lo tanto, la gente es ciega, y a menudo de mala gana, convertida en instrumentos de sus infernales artilugios”

Este argumento presenta la fuerte tensión discursiva de los misioneros de CMA contra los jesuitas que, en sus palabras, les impedían avanzar en el establecimiento de capillas en toda la zona. Curiosamente, Elise Aeby afirmó que “El Dr. Dawson, con su antiguo ayudante, sin duda se siente muy a gusto entre ellos, ya que siempre ha sido su placer discutir con ellos”.

El establecimiento de la Misión en Puerto Montt, década de ‘20

La ciudad de Puerto Montt estaba estratégicamente ubicada entre las dos estaciones más australes de la Misión norteamericana, o sea, entre las capillas de Osorno y la de Ancud, pero las dificultades para evangelizar y el poco éxito para arrendar un lugar estable para iniciar los cultos causó una completa demora; sin embargo, las intenciones fueron permanentes y habían visitas regulares a esa ciudad porque era un paso obligado para cruzar hacia Chiloé. De hecho, Walter Feldges que pastoreaba la capilla osornina procuraba hacer viajes a Puerto Montt pero no había descripción de sus resultados. Un reporte  de 1921 pedía que:

“Ore también por la apertura de Puerto Montt para que el evangelio tenga entrada, «que la Palabra del Señor tenga curso libre y sea glorificada» y dé fruto en la salvación de muchas almas”

La celebración de la Conferencia de la Misión de 1922, realizada en la capilla de Capitán Pastene dio un definitivo impulso para establecerse en Puerto Montt cuando el presidente de la organización, el misionero Menno P. Zook,  informara que se había logrado la compra de un terreno en ese lugar y por tanto, debía ocuparse; para ello enviaron al pastor nacional Vital Sanhueza para que se ocupe de la evangelización y la construcción de una capilla, la cual fue fundada en mayo de 1922.

Para esa ocasión, el misionero Henry Wagoner, que pastoreaba la Iglesia de Osorno (actual Primera Iglesia) informó que

“Tuvimos un espléndido principio en Puerto Montt el 10 y 11 de Mayo. No pedimos policías, ni protección de ninguna clase, pero el Señor fue nuestro Guardián, siendo mucho mejor que los terrenales.

La primera noche hubo una asistencia de 60 personas, y la segunda hubo más. La atención fue extraordinaria. Dignos de especial mención son unos 16 a 25 jóvenes que asistieron muy respetuosamente y prestando mucha atención. Creo que el Señor va a bendecir esta obra y que pronto tendremos allí una iglesia organizada” (Revista Salud y Vida, N° 103, Junio 1922, p. 15). 

La etapa fundacional de la Misión en Puerto Montt apunta a Wagoner y Sanhueza como parte del clero oficial, pero testimonios posteriores suman otros nombres no menos importantes, tales como Agusto (sic) y Facundo Almonacid, los cuales colaboraron activamente en la evangelización de la zona del Reloncaví. 

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