Fructificando en medio de la crisis

Este hermoso y conocido pasaje de los evangelios (Juan 15.1-10), fue para los discípulos de Jesús, y ahora para nosotras, de vital importancia para nuestra vida espiritual.  Es un llamado a la dependencia total del Señor, no sólo para seguir recibiendo su vida, de la misma manera que una rama está unida a la planta, sino que ella debe continuar su curso natural para dar fruto y si es mucho el fruto  mejor, porque ese es el anhelo del Labrador.

En esta enseñanza acerca de la vid, Jesús nos dejó algunos principios espirituales para ser fructíferas.

Tenemos que empezar por la palabra permanecer, usada 10 veces en estos 10 versículos, con sus diferentes significados en el griego: mantenerse sin cambio,  en el mismo lugar, estado o condición. Resistir, continuar, morar. ¿Cómo podemos entonces vivir permaneciendo?

En estos versículos encontramos las claves, basadas en estar en unión y comunión con nuestro Señor.

Esa unión se dio en nuestras vidas, cuando la semilla de la palabra de Dios, llegó a nuestros corazones, nos limpió con su palabra y desde entonces su presencia permanente en nuestras vidas, se convierte en nuestra garantía y seguridad que tenemos en El, para gozar de todas sus bendiciones.

Sin embargo no nos quedamos pasivas, nosotras somos responsables de tener comunión con El, es decir somos responsables de nuestra vida espiritual, para que sus propósitos se cumplan en nuestras vidas. Es por esa razón que el Señor va a intervenir a lo largo de nuestras vidas, a través de la poda.

Usa sus tijeras para cortar, todo aquello que puede secar nuestras vidas, quitarle el dinamismo, la frescura que necesitamos diariamente. Estas pueden ser  pecados, en sus diferentes expresiones; o cuando hemos adoptado una mentalidad negativa, producto de todo lo vivido en esta pandemia.

La poda también tiene un lado positivo, para producir mucho fruto, como lo dice este pasaje. Estos frutos son sencillamente los frutos del Espíritu Santo. Los tres últimos frutos que se mencionan en Gálatas 5:23, son la fe, la mansedumbre y la templanza. Frutos que tienen que ver con nuestro ser interior, nuestro carácter que se ha visto amenazado en estos tiempos. Fe, que no es más que la fidelidad para continuar, mansedumbre para vivir en armonía y paz con los demás y la templanza que es la firmeza de carácter que impide que nos desbordemos  en nuestras vidas.

Las tres maneras como fructificamos son: el amor a la palabra de Dios, guardada como un tesoro en nuestro corazón, la oración conectada al corazón de Dios, para pedir conforme a su voluntad,  y el servicio como su sierva-amiga, que nos permiten servirle con gozo aun cuando estamos muy cansadas.

Cuando estamos en El, con El y somos podadas por El para fructificar, nuestra vida  refleja el corazón de una mujer centrada en El, dependiente totalmente del Señor, para seguir fructificando aun en medio de la pandemia. ¡Continúa fructificando!

Sara Portocarrero de Cortázar, expositora Conferencia UFA «Cuidando el corazón de la mujer»

Print your tickets

shares