Durante las últimas semanas familias de todo el mundo se han visto enfrentadas a los dilemas y desafíos de esta pandemia, desde el cambio en las rutinas cotidianas, el enfrentar la permanencia en casa, flexibilizar algunas pautas de crianza, adaptarse a nuevas formas de trabajo en el hogar, deberes escolares y un sinnúmero de otros aspectos del relacionarnos en familia.
Cuál está siendo nuestra manera de afrontar esta situación, qué cosas estamos priorizando en el día a día, de qué manera nos estamos apoyando, acompañando, respetando, amando y por qué no decir tolerando, a partir de este abrupto escenario en el que nos encontramos.
Recuerdo cuando pequeña haber pasado una situación de enfermedad que me hizo estar fuera de casa por alrededor de un mes, a mis 5 años una tarde tuve mi primera conversación con Dios, me sentía tan asustada, sumado al malestar físico que presentaba, pero con una profunda necesidad que Dios me escuchara para aliviarme, solo fueron un par de palabras las que pude decir “Dios quiero estar bien…ayúdame”. No tengo claridad cuanto tiempo pasó después de aquello, pero sí, soy consciente de mi recuperación con el paso de los días.
Ese día supe que Dios nos escuchaba y siempre estaba atento, incluso a una niña pequeña, temerosa de lo que estaba viviendo en ese momento.
Por qué me parece importante poner de manifiesto esta experiencia de fe, es porque ésta se desarrolló durante mi primera infancia. En la niñez, a la par del desarrollo físico, mental, emocional y social, también está presente el desarrollo espiritual.
Al respecto algunos autores en torno al tema, han manifestado el potencial que los niños presentan, en poder establecer una relación de cercanía con Dios. De ahí que el rol de los padres es trascendental, en el sentido de acompañar, colaborar y en muchos casos guiar estos espacios de crecimiento y desarrollo de fe en los niños.
Puede que tus hijos, comprendan más allá de lo que piensas, con respecto a todo lo que está ocurriendo con el Coronavirus y muchas otras situaciones, y ésta es una gran oportunidad para acompañarlos en sus experiencias de Fe, con el Emanuel, Dios con nosotros, Aquel presente en todo tiempo, lugar y circunstancia.
Isaías 9: 6 nos presenta un maravilloso pasaje de aquella Luz que alumbra frente a toda tiniebla y oscuridad:
“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz”
Jesucristo es la esperanza que sustenta nuestras familias, que acalla toda desesperanza, temor e incertidumbre frente a lo que vendrá.
Si hay algo que puede enriquecer y favorecer el desarrollo de una vida plena en tus hijos, es acompañarlos y promover como familia espacios que den cabida a Jesucristo.
Toda adaptación, nuevos hábitos, cambio en la manera de relacionarnos como familia, la proyección que tendremos hacia el futuro, podrán ir desarrollándose paso a paso, pacientemente, bajo el sabio consejo de nuestro Emanuel.
Que el Señor les bendiga como familia.
Escrito por pastora Consuelo Cárdenas, de profesión sicóloga, actualmente sirviendo en la plantación de iglesia en Temuco Norte.