Carta Abierta a la Iglesia Nacional

 La culminación de esta semana santa será única, como ninguna otra que hayamos experimentado. Es como si viviéramos un largo viernes. No sabemos cuánto tiempo más será así. 

En este nuevo paisaje, que ahora vivimos, cuando los patrones regulares han tenido que desaparecer. No hay servicios públicos en los templos, están cerrados y no podemos asistir. No hay grupos de reflexión bíblica, celebración de Santa Cena, ni reuniones de oración, ni visitas, ni compromisos sociales de ningún tipo. Lo más difícil de todo es el poder celebrar en conjunto con la hermandad en nuestros templos, especialmente la mañana de resurrección. Tenemos los recuerdos del año pasado, en nuestros templos decíamos: ¡Vive Jesús el Señor! Esta vez igual sonará ese canto, pero el seno de muchos hogares, nuestro pequeño templo. 

Todos tenemos que quedarnos en casa. En nuestras propias casas y hogares. Tiempo para reflexionar en nuestros caminos, en nuestra relación con Dios y nuestra familia. ¿Cuánto tiempo hacía que como familia no viviamos estos días juntos? 

Todo tiempo tiene sus bendiciones, estas últimas semanas han dado algunos frutos nuevos e inusuales, en nosotros, como cristianos. Los pastores a diario han tenido que intensificar la oración con y por la hermandad, no sólo en su propia congregación frente a ellos, sino por toda la Iglesia, extendida por todo el mundo. Las personas en línea también están compartiendo que sienten una conexión más profunda con hermanos y hermanas invisibles. De una manera muy buena, los medios modernos nos han hecho a todos más conscientes de la necesidad de esa comunión entre el pueblo de Dios y en todo el mundo. 

Las familias también oran y adoran en casa más que nunca. Los padres han vuelto a sentarse con sus hijos abriendo su Biblia. Lo hacen, en medio del estrés y las tensiones de estar encerrados, por más tiempo del que están acostumbrados. Esto ha significado escavar profundamente, con el fin de buscar reservas más profundas de paciencia y perdón, de ternura el uno hacia el otro. Muchos siguen los servicios en línea, mucho más de lo que esperábamos. Algunos lo hacen, mientras cantan sus himnos favoritos, tocan instrumentos o se unen a canciones reflexivas y canto coral en iPad, iPhone o computadora portátil. 

Ciertamente estamos llamados a vivir intensamente la vida en el Espíritu, la que puede redimir, valorar y demostrar cómo nuestra humanidad está entrelazada y sostenida por personas comunes, a menudo olvidadas, que no aparecen en los titulares de periódicos y revistas, ni en las grandes pasarelas del último espectáculo, pero quienes sin duda están escribiendo en estos días los acontecimientos decisivos de nuestro tiempo: Médicos, enfermeras, empleados de supermercados, limpiadores, cuidadores, 

proveedores de transporte, fuerzas de orden público, voluntarios, pastores, y muchos más. Todos, de alguna forma, han entendido que nos necesitamos unos a otros, algo que el egoísmo y orgullo de nuestra sociedad nos había ocultado. Hoy, ante tanto sufrimiento que vemos a nuestro alrededor, experimentamos la oración sacerdotal de Jesús: «Que todos sean uno» (Jn. 17:21). Que como pastores enseñemos cada día a ejercer paciencia y ofrecer esperanza, cuidando no sembrar el pánico, sino una responsabilidad compartida. 

Oremos para que con los días, las personas exprimenten un cambio real, pidamos al Señor que lo que estamos presenciando sea un signo de una vida cristiana renovada. Nosotros mismos no podemos seguir siendo los mismos, estos días nos han quitado el individualismo. 

Aunque esta vez, posiblemente se pueda sentir como un largo viernes santo, en los buenos propósitos de Dios, ya contiene la esperanza de días mejores y más brillantes por venir. ¿Y quién sabe qué dones Dios nos habrá otorgado mientras tanto? 

Hay un hermoso himno tradicional cristiano, originalmente escrito por Grace Roberts, y cantado por muchos. La canción se llama: ¿Sabes Tú? y la última estrofa es así: 

¿Sabes tú que Jesús resucitó? 

Y por ti vida eterna ofreció. 

Hoy ya con gozo canto, gloria, gloria, gloria. 

¿Sabes tú que Jesús resucitó? 

Siempre me gusta pensar que la resurrección de Jesucristo es el fundamento de todas nuestras esperanzas y anhelos, no sólo por el sol presente en nuestro cielo, sino por el Hijo, Jesucristo que vive y reina para siempre. 

Entonces, mientras vivimos este largo fin de semana recordando la pasión y muerte de Jesús, tratemos de recordar que tiene que existir un viernes largo y un silencioso sábado para que llegue un domingo de victoria con Jesús triunfando sobre la muerte. La vida también es así, tenemos que atravesar muchos valles inciertos, para luego experimentar el triunfo del resucitado. 

Oremos para que estos días especiales que vivimos produzcan frutos espirituales, ahora desconocidos, para cada uno de nosotros, para nuestra Iglesia ACYM y especialmente para nuestro mundo. Sigamos teniendo esperanza y ella proviene del resucitado. 

Dios te bendiga. 

Oremos unos por otros. 

Pastor C.Iván Flores H.

Presidente Nacional

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