Se sabe que la vida pastoral es bendecida, es guiada por el Señor, es todo terreno, pero muchísimas veces no vemos la otra parte como el cansancio, el estrés, las horas sin dormir o el tiempo sin compartir con su familia. Son muchos los pastores que han tenido tantas labores dentro como fuera de la iglesia, y que producto de vivir la vida pastoral 24/7, han caído en cuadros de estrés o cansancio del que les ha sido difícil salir. ¿Cómo es que una persona que confía en el Señor y vive para él, logra llegar a un momento en el que sus fuerzas no pueden más y su mente dice “basta? Bueno, eso es algo que el pastor Moisés Gutiérrez puede responder. Y es que este pastor vivió durante los últimos meses con luchas que lo hicieron estar sin iglesia, caer en cuadros de ansiedad, y enfrentarse a un futuro incierto en cuanto al lugar donde iba a vivir. Pero a pesar de todo eso, el Señor estuvo con él y hoy lo tiene nuevamente con fuerzas para seguir. Conversamos con él para que nos contara más sobre lo que vivió durante los últimos meses.
Pastor Moisés, ¿Cómo fue que empezaron todos lo problemas que estuvo sufriendo durante los últimos meses? Queremos conocer un poco del contexto.
Llevo esta hipertensión hace unos 8 años cuando era pastor de la iglesia de Ancud. Ahí me descubrieron esta enfermedad que tuve controlada en los 5 años que estuve en Traiguén, hasta cuando surgió este llamado de poder pastorear la iglesia de Calama. Mayormente no me preocupé en el sentido de que si la altura me haría tener consecuencias por ser hipertenso, porque no me sentía mal, según yo tenía todo controlado. Es más, le pregunté a un doctor que si irme a Calama me daría problemas por ser hipertenso, y él me dijo que no, que solo debía hacer las cosas más pausadamente. El tema es que ahí empezó todo, porque llegamos a la ciudad y empezamos a trabajar con la iglesia. Mi problema fue que yo llegué con todo el ánimo, trabajar como siempre lo hemos hecho con mi esposa, visitando a los hermanos y alentándolos. Y los primeros 4 o 5 días tuve dolores de cabeza, puntadas en la cabeza, y después de esos días ya empecé a tener problemas con la presión, y ahí empecé a ir al hospital y que me atendieran porque sentía que el corazón se me alteraba y me faltaba el aire. Así que empecé un tema bastante complejo, un ir y venir al hospital, me atendió una doctora y me dijo que con la edad que tenía, me sería difícil acostumbrarme al lugar. Y ahí fue cuando comencé a colapsar porque me sentía bien un rato, pero después venían los dolores. Y ese fue el inicio de todo esto, de todas las pruebas que tuve.
En ese sentido, ¿Cuan difícil fue afrontar las pruebas que pasó en ese tiempo en el que no pudo seguir en Calama?
Todo esto se transformó en una verdadera prueba. Pastoralmente yo quería trabajar con los hermanos, estábamos con la idea puesta de que queríamos bendecir en el Señor la obra en la iglesia, visitar a los hermanos y estar en las reuniones. El Señor me permitió estar de cerca con el ministerio de alabanza, la unión femenina, o sea la labor que siempre he tenido en estos 29 años de ministerio. Pero realmente me empecé a sentir muy mal, y llegó un momento en el que, conversando con mi esposa Érika, tuvimos que tomar una decisión que jamás habíamos hecho: no poder continuar en el lugar. Y eso fue bastante doloroso porque los hermanos se habían portado muy bien con nosotros y veíamos el templo con harta gente. Y seguir no fue posible porque me sentía mal, me faltaba el aire. Y en una de las idas al hospital un doctor me dijo que estaba sufriendo el mal de altura, y me dijo que si en 2 semanas no había superado esto, tenía que irme de ahí porque no me podría acostumbrar. Un cardiólogo también me dijo lo mismo, sobre las dificultades de vivir en la altura. Así que fueron unos 22 días muy difíciles y tuve que tomar la decisión de pararme al frente de la iglesia un domingo y decirle a los hermanos que no merecían un pastor enfermo, así que tomaba la decisión de dejar la iglesia. Rogamos al Señor que nos entendiera igual.
Analizando esto, ¿Sintió en algún momento que iba a decir basta y tirar la toalla después de todo lo que estaba pasando?
Nunca pensamos dejar el ministerio pastoral porque cuando uno es llamado debe llegar hasta la meta. En ningún momento pensé decir “hasta aquí llego” estando en Calama, porque aquí en Iquique fue otra situación totalmente distinta, porque llegamos acá y empezó la incertidumbre de ver dónde voy a ir. Humanamente yo pensé que esto iba a ser unas dos semanas, porque dentro de lo conversado con el distrito, ellos me dijeron que conversara con algunos dirigentes que yo conociera, y en algunos distritos se movieron pero no fue posible. Entonces esa incertidumbre de quedarme estancado alteró mis pensamientos, mis emociones, un sinfín de cosas que se me vinieron a la cabeza, de qué iba a ser de mí, para donde iba a partir. Y bueno, ahí colapsé y se me declaró un estrés, un colapso en mi mente. No sabía qué hacer, para dónde ir, tengo una esposa que sostener, levantar nuevamente mi casa. Nosotros vendimos todo lo que teníamos en Traiguén, quedamos prácticamente con 12 cajas y una guitarra, y eso colapsó mi pensamiento. Entré en un tiempo de angustia, de crisis emocional, me paraba y le pedía a Dios que me dijera para dónde es que me quería llevar. Pero ahí entendí que el gran amor del Señor no nos había dejado, y eso nos dejó mejor tranquilo. Fue difícil la lucha espiritual con el enemigo, pero Dios nos sostuvo.
¿Cómo siente que Dios le ayudó en todo lo que pasó?
Bueno, una de las cosas que hemos aprendido durante todo este tiempo es la dependencia del Señor. Ha sido maravilloso Dios con nosotros porque nada nos ha faltado. Bueno, la Biblia dice que lo que uno siembra, cosecha y ministerialmente hemos cosechado lo que sembramos porque iglesias, hermanos, amigos, gente que no se olvidó de nosotros, supieron de esta situación y nos ayudaron, y todo eso nos ha sostenido. Realmente Dios se ha pasado porque no nos ha faltado nada. Hemos estado en la casa de la hija como una provisión del Señor porque, como él lo sabe todo, él sabía que pasaría esto y nos sostuvo.
Y finalmente ¿Qué lecciones podría decir que aprendió después de todas las pruebas que tuvo que pasar?
En todo este proceso que hemos vivido con mi esposa, quien ha sido mi ayuda estos 4 meses, lo primero que hemos aprendido es depender del Señor. Si no dependemos de él, va a ser muy difícil… y esto se lo digo a los pastores jóvenes: si no dependen de él, puede que falte el pan o el dinero, pero Dios no nos va a faltar, y esa ha sido una tremenda lección. En segundo lugar, he aprendido de que si yo soy un pastor y siembro la palabra, debo creer en ella, confiar, entender que Dios es el que habla y nosotros somos solamente elementos de bendición para la iglesia, y esto de la lucha espiritual que he vivido es para ver como es que la palabra de Dios nos defiende. Cuando el enemigo vino con asecho y quiso perturbar mi mente con cosas que no son, el Señor me enseñó a colocar una barrera potente que es la palabra. Textos bíblicos, versículos que uno repite y al rato está tranquilo, porque las batallas no son nuestras, son del Señor. Él pelea por nosotros.
La voz del pastor denota un tono de esperanza, de fuerza y de convicción, algo que no se sentía desde antes. Y es que es difícil escribir y hacer esta entrevista, porque quien la escribe es el hijo del pastor que sufrió todo esto y vivió momentos de angustias al ver como su padre sufría todas estas pruebas. Pero aún así el Señor se mostró como lo que es: un Dios victorioso por sobre todas las cosas, que cubrió al pastor Moisés Gutiérrez, mi padre, con su manto protector. Y si es que hoy puedo hacer esta entrevista, es porque Dios es grande, muchísimo más grande de lo que incluso podemos imaginar. Así confiemos siempre en el Señor, y veamos la experiencia del pastor Moisés como una lección de vida que debemos aprender, una lección con solo 3 palabras: Confiar en Dios.